Aun están recientes aquellas campañas de "La Tauromaquia no se censura" y "los toros son cultura" y demás frases vacías que se proclamaban en las redes sociales. Eran los meses del comienzo pandémico. Se convocaron paseítos taurinos para reclamar la defensa de los toros. Ingenuos, infantiloides y amigos del postureo sin afición ni entendederas se dieron un garbeo triste para supuestamente reclamar a no se sabe quien.
Se pusieron al lado de cuatro políticos y unos pocos profesionales del montón. Pasaron los meses y los hechos dejaron patente que aquello no sirvió para nada. Un ridículo patético. Aquellos ilusos creyeron conseguir algo y se rieron de ellos pues no vieron un pitón en meses.
Y es que a estas alturas ya nada se espera de la chusma que gobierna el país o las comunidades. La fiesta está abandonada definitivamente. Los políticos no quieren saber nada de toros. Como siempre han ido al bulto y a satisfacer sus intereses. El mundo del toro ha dejado patente su incapacidad para hacer nada serio para revertir la mortal situación que vive. Son una banda de cutres endogámicos y mafiosos desde hace años. Responsables de la decadencia de la tauromaquia que venia languideciendo desde hace décadas.
Por segundo año consecutivo parece ser que Las Ventas no abrirá sus puertas. Los políticos que deciden su futuro callan. Miguel Abellán marioneta del PP en materia taurina calla cómplice. Y no dimite. Los empresarios amigos del poder y montadores de carpas callan igualmente. Los mismos que quisieron destrozar la Monumental haciendo obras para no dar toros sino eventos y horteradas no taurinas.
Ya en 2019 habían quitado los domingos de verano. Ya habían convertido el ruedo en una carpa permanente para dar copas y fiestas de baja estofa.
Los botellones, vomitonas y meadas eran el paisaje habitual. Hasta que llegó la guerra del virus y se acabó aquel mercadeo que montó el PP y la empresa de Las Ventas.
Y se pasaron todo el año 2020 suspendiendo ferias y festejos programados. La Comunidad mas taurina de España no dio un solo espectáculo en todo el año.
Los mismos que autorizaron un concierto de la momia Raphael ; con cinco mil personas en el Wizink Center de Madrid. Esa es la auténtica realidad. El desprecio absoluto a los cuatro gatos que quedan como aficionados. La nulidad total para fomentar y crear nuevos aficionados. Acabaron con las tientas de El Batán. No se abren las plazas pero si los restaurantes, los teatros y demás espacios cerrados y techados. Echar la culpa al virus para no abrir una sola plaza. Y quedarse tan ancho. Y reírse de la gente como hacen constantemente con una impunidad absoluta.
Y pasa el tiempo. Los toros no cuentan en esta nueva sociedad tarada que adora a los perritos y ejecuta ancianos con absoluta indiferencia.
La “subclase política” detesta los toros.
Y los taurinos mafiosos de siempre ahora han anunciado una ficticia feria de Sevilla sin fechas y con los mismos nombres y combinaciones de siempre. Otra feria repetitiva llena de hierros y
toreros repetidos hasta la saciedad.
¿ Quién va a defender esto? La sociedad, la política y los taurinos han acabado con todo. Durante años lo dejaron morir y echaron al aficionado.
Está la cosa como para ponerse una mascarilla con un cartel contra la “censura” o para dar un paseito taurino para defender a los que atacaron hasta matar a la fiesta y lo que es peor; al toro bravo.
Que os den, hipócritas.
La tauromaquia no la defiende ni el padre de Domingo Ortega.