Nos hemos quedado de piedra. Los aficionados hemos perdido muchos maestros en muy poco tiempo y eso duele. Qué gran pena..
Damaso Gonzalez maestro de los grandes. Gran Maestro. Un torero con aspecto de gañán que parecía haberse bajado de un tractor, que llevaba el corbatín torcido y la faja igualmente, de corta estatura y cara del agro. Lejos del arquetipo de torero "bonito". Pero en sus muñecas y en su valor residían el poder absoluto del temple. Esa virtud que amansa embestidas y acaricia a los toros mas ariscos. Un valor seco y largo le hicieron poder con todos los toros. Mató miuras, victorinos o lo que le echaran y a todos los toros los domesticó con su sabiduría y su tesoneria. Llevaba los toros largos y jamás le tocaban las telas. Un prodigio del temple. Un estilo clásico que adornaba con faroles y redondos por la espalda marca de la casa. Uno de los mejores muleteros de todos los tiempos. El mejor intérprete del toreo circular. Sus míticos desplantes y pases de rodillas. Su tranquilidad para meterse entre los pitones y andar por allí como quien se fuma un puro. Aquellas miradas al tendido con la fiera oliendo su mano...
Un torerazo al que muchos tardaron en tirarle el sombrero pero que rindió hasta la plaza de Madrid que en un tiempo le contaba los pases en tono de mofa.
Dámaso fue un torero de toreros. Imitado y admirado por los que más saben, los toreros. Y querido por la gente llana. De él dicen que era mejor persona que torero. A todo el mundo escuchaba o ayudaba. Un ser humano excepcional aparte de una grandiosa figura del toreo.
Cuenta Enrique Ponce que cuando tenia 13 años le conoció en un tentadero y le pidió si podía salir a dar unos muletazos cuando acabara el maestro. Dámaso le pidió al ganadero que si el chiquillo podía torear las dos vacas que le quedaban y tras pararselas le cedió todo el protagonismo al jovencillo Ponce. Sin conocerle le jaleó y le dio ánimos y le cedió sus vacas como si de un hijo se tratara. Ese era Dámaso González.
Memorable aquella faena a un Samuel Flores en el 93, en Madrid, que le llegaba por el flequillo con aires de buey de carretas y peligro incierto. En los mismos medios con una facilidad pasmosa, sin aspavientos lo sobó, lo toreó y lo domó dejándole como una babosa. Una lección genial de un auténtico genio.
Como en aquel festival de Albacete, ya retirado, en el que sentado en el tendido fue invitado a bajar al ruedo, de paisano a dar unos pases. Y aquel viejo torero cogió la muleta , así en frío y pegó una serie de redondos eternos que aún no han acabado. Unos muletazos de pura seda. Lentos, largos ligados. El toreo. Un primor.
Se nos ha ido y su Albacete natal le ha despedido como merecía. Taurinos o no han rendido pleitesía al Maestro y al Hombre. Dolor en compañeros , amigos y aficionados porque nos ha dejado unos de los mas grandes magos del toreo que jamás ví. Albacete queda huérfana de su gran torero en tierra de toreros buenos.
Aquel chavalín que recorría las capeas de media España y en las que aprendió el toreo y la vida. El modelo romántico de los toreros del siglo XX lo encarnó Dámaso. Y llegó a lo más alto porque era un privilegiado del dominio y del toreo. Y no se cansaba nunca. Paciente, constante y honrado. Una personalidad sobrenatural.
Un modelo a seguir para la vida y para el toreo entero. De la mejor calidad humana que pueda existir.
El Rey Del Temple, el de la canela y oro; canela fina, el del corbatín rojo mal colocao.. el domador de fieras, el de los muletazos interminables, el de la suavidad, el que hacia el toreo...ese era Dámaso González.
DEP Maestro Dámaso. Hasta siempre.