viernes, 18 de septiembre de 2020

TOÑETE CUELGA EL TRAJE DE LUCES.











Toñete se ha retirado del toreo. El hijo de Antonio Catalán, acaudalado empresario hotelero ha dicho adiós a su sueño de ser torero. Con apenas dos años de alternativa se ha retirado tras una decisión meditada y fácil de tomar. Doctorado en Nimes de la mano de su amigo Enrique Ponce en septiembre de 2018 ha decidido finiquitar una corta carrera de matador. Recuerdo verle con apenas 13 años dar sus primeros pasos en una tienta en el campo madrileño. Era cuando empezaba de cero de la mano de su maestro Gómez Escorial. Recuerdo las volteretas constantes de las becerras ante su desconocimiento bisoño de la más elemental técnica. El caso es que proviniendo de una rica familia y teniendo una brillante carrera como empresario por delante, Toñete se declinó por su verdadera vocación, ser torero. Apostó todo por un sueño y probó fortuna. Sabía que iba a costar sangre, sudor y lágrimas. Se sacrificó y privó de los lujos familiares para alcanzar su meta. Y su carrera de novillero fue extensa y no exenta de triunfos. Debut de lujo en Olivenza y después pisó todas las ferias importantes de la novilleria pisando plazas de primera en las que llegó a triunfar en Madrid bajo un fortísimo aguacero. Al abrigo del fino matador vallisoletano, Manolo Sánchez que actuó de profesor junto a Gómez Escorial fue poco a poco aprendiendo el oficio para defenderse delante del toro.

 En el ruedo; Toñete era voluntarioso y tesonero. Ponía de su parte para agradar al público. Pero cierto es también que no era un gladiador ni estaba tocado por las musas del arte. Sus formas vulgarotas y la poca calidad de su toreo hacian augurar poco futuro. Y en Las Fallas de 2019 tras la cogida de Ponce en un absurdo mano a mano; quedóse en solitario con cuatro toros y con la televisión delante. El naufragio fue total. Se vio a un torero desbordado y sobrepasado. Ni su apoderado le puso la confirmación en San Isidro. Refugiado en los pueblos y plazas de talanqueras bandeó la temporada, hasta que llegó este 2020 con todo su maleficio a cuestas. El año de mayor daño a la tauromaquia de la historia. Un gobierno antiespañol y antitaurino acompañado de una pandemia criminal han dejado sin toros a la mísmisima piel de toro. Toñete lo ha pensado en los meses de parón. Tiempo ha tenido al abrigo de encinas y campos solitarios. " Los billetes están en otro lado y me esperan en casa" , habrá pensado. La crisis ha golpeado sus asideros. Los negocios hosteleros familiares también viven momentos terribles de viabilidad. Pero la tauromaquia está en el abismo de la desaparición. La disyuntiva es clara. Colgar el chispeante es lo mejor. Su logro está ahí fruto de una afición desmedida y del sacrificio y la fuerza de voluntad. Y viniendo de rica cuna más mérito si cabe. Es de respetar y admirar el esfuerzo para llegar a ser matador de toros y también lo es darse cuenta que uno no vale para esto y quitarse a tiempo. Cuando hay que dar los pasos para crecer en el escalafón superior delante del barbas y con los gallos de pelea la cosa cambia. Ahí las ayudas, y los favores por ser hijo de; apenas sirven. Cuando hay que demostrar las cosas en el ruedo es el torero el que tiene que dar todo y demostrar la valía. Es otro cantar. Toñete es inteligente, educado y humilde y por eso se ha ido sin amargura y con sinceridad. Un respeto a una decisión valiente y de hombre íntegro. Toda la suerte en su nueva vida que tampoco será fácil.

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