1895-1920. Joselito EL Rey de los Toreros. |
José Gómez Ortega , el Rey de los toreros, murió con veinticinco años en Talavera de la Reina, un domingo 16 de mayo de 1920.
En tan solo nueve años de alternativa había escalado a la más alta cima. Revolucionó el toreo y lo cambió para siempre. Dicen que entre Juan Belmonte y él. Otros que solo Belmonte. Pero Joselito fue un torero más sabio y mas poderoso que Belmonte. Aquel fue un genio indiscutible y no hay discusión. Joselito cogió el cetro de mandón y se convirtió en una leyenda viva. Su contribución a la fiesta fue mucho más allá de sus logros en el ruedo. Impulsor de la construcción de plazas monumentales para albergar más espectadores. Defensor y salvador de muchas ganaderías de dudosa viabilidad. Intervino en tratos de compra y ventas de ganaderías y fincas siempre con la idea de salvar encastes únicos, hierros históricos que corrían peligro de desaparición. Su legado fue impagable. Su respeto a la tauromaquia fue exquisito. Su entrega fue máxima, hasta la vida dio por la fiesta que amaba.
Mausoleo de Benlliure a Joselito.
Su responsabilidad y compromiso con el toreo fueron totales. Tiró del carro y cargó con todo el peso . Montó ferias, salvó plazas, fincas, vacadas. Dio la cara. Mató de todo y con todos. Y encima dictó lecciones de poder, torería, gracia y arte. Nueve años de rey absoluto.
Siempre pendiente de los desfavorecidos. Organizador de causas benéficas. Ejerció la caridad dentro y fuera de la plaza y ayudó a no pocos infelices de aquella España del mendrugo y media manta. El sevillano , fue de esos toreros grandiosos que nacen de siglo en siglo. El peso de la fiesta recayó en sus espaldas desde los dieciséis años hasta que Bailaor le desbarató su juventud y su maestría.
Pero llevar esa cruz sobre sus espaldas le pasó factura. Joselito con 25 años parecía más un hombre frisando la cincuentena. No había parado de torear en una década. Centenares de corridas y viajes, tensiones, cornadas y volteretas. El peso de la púrpura.
Además la prensa empezó a zurrarle y duro. En Sevilla también le volvieron la cara por involucrase en la construcción de una monumental plaza de toros que haría sombra a la Maestranza.
Perdió a su madre; la “señá Gabriela”, y eso le afectó profundamente. Estaba muy unido a ella. Tampoco le dejaron casarse con la hija del ganadero de Pablo Romero. Joselito hijo de una gitana bailaora no era digno de la hija de un señorito de refinada clase. No tenía permiso para poder besarse con su novia en sus escasos encuentros.
Todas estas vicisitudes amargaron los últimos tiempos de Gallito en este mundo. El día anterior a su muerte toreó en Madrid con su inseparable Juan. Antes del paseo les insultaron fuertemente a ambos unos aficionados envalentonados y mal encarados. La corrida transcurrió entre protestas y broncas. Joselito le dijo a Belmonte que era el momento de parar, de retirarse. Que aquello estaba insoportable. Es muy común en España destronar al ídolo y machacarlo después de haberlo coronado. La situación era límite.
Dicen que aquella noche se emborrachó en Madrid antes de partir a Talavera. Dicen que le gritaron desde un tendido que ojalá le matara un toro al día siguiente.
El caso es que le mató y encima fue en una corrida que no iba a torear en principio y que finalmente por favores y politiqueos entre taurinos la toreó. Cosas del destino. La plaza de La Caprichosa seria su féretro taurino para siempre.
Quizás con cien años de distancia debamos recordar como se merece a quién fue un personaje de los más importantes del siglo XX y un torero mítico e irrepetible. El mas grande. Tan grande que hasta la Macarena se vistió de luto por él y estrenó lágrimas de verdad.