Emilio de Justo ( 1983) torero cacereño ha echado una temporada de ascenso evidente saliendo del olvido y el banquillo forzoso. Tomó la laternativ a allá por 2007 años de desenfreno de festejos en España.
En sus comienzos destacó por sus finas maneras que siempre buscaban el toreo bonito y de empaque. Tal vez se obsesionó demasiado imitando a Joselito, hasta en el peinado. En aquellos primeros años esa obsesión con el torero madrileño no le benefició ni a su estilo ni a su tauromaquia. Demasiado afectado y sin llegar a ser una copia ni parecida.
A partir de ahí se cerraron las puertas. Llegó la crisis, las reducciones y los antitaurinos de ayuntamiento que infectaron el panorama. Hasta en su Cáceres natal, donde era fijo, tuvo enfrente a los políticos que quisieron acabar con la plaza y con la feria de Junio. Ya ni en su tierra le dejaban torear.
Su nombre desapareció hasta de los festivales. No se vistió de luces en aquellas temporadas de ostracismo y muerte profesional.
Ese tiempo de paro fue de reflexión y de coraje para entrenar sabiendo que ni en una tapia de tentadero tenia sitio. Un ejercicio de paciencia extrema y de fuerza de voluntad.
Se buscó la vida por plazas de Colombia donde mató corridas duras de medio pelo. Y en España apenas algún festejo menor en provincias extremeñas. Pero nadie sabía que se había fraguado en la dureza un torero que tenia mucho que mostrar.
Nunca dejó de entrenar ni de preparar la mente porque solo él sabía de lo que era capaz. Tanta espera y tanto padecimiento en silencio sin nadie a su lado mas que su fé y convencimiento le forjaron en un torero sólido y duro. De Justo esperaba con la cabeza bien alta, su momento.
Y Francia le redescubrió en Orthez, feria veraniega del suroeste de torazo indómito y fiero. Y en plazas pequeñas triunfó con bicharracos sin barbero y embestidas escondidas para corazones de fuego. Ahí muchos supieron que Emilio de Justo no se había retirado. De una plaza a otra siempre en Francia. En España ni una. Un éxito de tres orejas con Victorinos en Dax le avaló para volver a España con otra de lo mismo. En Illescas, dos orejas más. Quedaba bien colocado para este año. Y sonaba de nuevo su nombre. De la mano de su apoderado, el matador francés Luisito, derribaron puertas y muros. Un tándem y un solo objetivo.
Y en 2018 ha ido apareciendo en las ferias que poco a poco le han abierto puertas. Y su temporada ha sido deslumbrante y meteórica. Triunfos grandes en Burgos, Valladolid, Pàmplona, Dax, Bayona, Nimes y otras plazas. Y con corridas toristas y exigentes.
En su tauromaquia se han apreciado una madurez y oficio llamativas. Su forma de coger los trastos, su manera de cargar la suerte. El trazo de sus muletazos con ortodoxia y pureza unida a un regusto elegante son sus bazas para semejante remontada. Y un valor seco que se apoya en la seguridad que da el oficio y el convencimiento de ser alguien en el toreo. Y sus estocadas ejecutadas con máxima pureza y verdad han sido guinda de muchas tardes de este año.
No ha sido nada fácil llegar. Cada tarde a sangre y fuego. Como el pasado sábado donde hizo el paseíllo en Mont de Marsan con el cadáver de su padre aun caliente esperando sepultura. Decidió torear como homenaje y de regalo en dia tan duro para él fue duramente corneado por un Victorino que le atravesó el muslo en dos navajadas.
Madrid le espera en la feria de Otoño. Dolorido por tanta desgracia personal y física intentará estar para rematar su gran año. Otra vez Victorino resucita a toreros y luego los zurra a cornadas. Pero Emilio ha entendido este encaste y parece ser que convertirá en un binomio futuro de éxito.
Su triunfo del sábado en el país galo es incontestable. El triunfo de un torero grande con una entrega total por ser respetado y considerado.
El ejemplo de Emilio de Justo es para vocearlo y enseñar la pasta de la que están hechos los toreros. Y su tauromaquia que cada dia mejora y sorprende puede dar que hablar y mucho. Aquí hay torero para rato...