Ayer en Valencia se lidió un extraordinario toro de Jandilla de horroroso nombre y además feas hechuras. Resulta que fue bravo, repetidor, noble y enclasado. Un toro sobresaliente sin duda ni discusión.
Finalizando la faena su matador; Sebastian Castella surgieron gritos desde el tendido que pedían su indulto que fueron in crescendo. El francés siguió toreando a pesar de llevar ya un aviso, buscando el indulto y la catarsis colectiva. El presidente le volvió a enviar un segundo recado y le hizo gestos de que lo matara. Estocada sobre el tiempo y rodó el bravo "jandilla" que fue premiado con una lenta y merecida vuelta al ruedo.
El resto de la corrida fue una escalera mal presentada y fea con escaso juego que aburrió solemnemente al personal y a los toreros.Pero al terminar la corrida empezó la cascada de comentarios de los santones de las redes sociales y portales del triunfalismo ocultador. Esos que se han erigido tras los teclados en sumos sacerdotes del bien y del mal. Empezaron a caerle palos al presidente por integrista e insensible y toricida. Incluidos ganaderos de renombre cargaban la mano contra el señor del palco. Y por ende a Castella le molieron a desprecios diciendo que era vulgar, pueblerino, pegapases y mentiroso entre otros piropos. Todo eran loas y flores y lloros por la muerte de "Horroroso". Parecía un alegato animalista.
La faena tuvo que hacerse en los terrenos del tercio y lejos de los medios por el viento molesto que arruinó muchas partes de la lidia ayer. El que no se ha puesto delante no sabe lo que es torear con viento y lo importante que es el manejo de vuelos para acariciar embestidas de tanta calidad como las del toro de Jandilla.
Sebastian Castella es una figura del toreo como la copa de un pino. Ahí está su carrera. 19 temporadas en las que ha conseguido todo en el toreo. Maduro ahora y con mas poso que nunca pero con el mismo valor de hierro y cabeza fría que le han encumbrado a los puestos de arriba durante años a pesar del desprecio de los entendidos de la pureza que abanderan a toreros tristes.
Del indulto hay que hablar largo y tendido. Merece una extensa reflexión. Qué es lo que queremos indultar? Un toro fiero que se coma el caballo en tres entradas por derecho y de lejos, que luego se coma la muleta y que saque el aire al torero .... o un toro que apenas se pique para que luego dure cien pases, embistiendo como un robot permitiendo que el torero le haga de todo sin un solo derrote. La fiesta va por este último derrotero. El toro dócil y noble para una faena eterna de pases y con una suerte de varas de trámite. Y que tenga nobleza, clase, profundidad y demás terminología moderna. Ya solo se selecciona este tipo de toro y salen muchos asi en las últimas temporadas. Ya estamos en eso. El ganadero selecciona para complacer a toreros y público de cortas entendederas. Es la fiesta de hoy. Que luego da orejas tras sartenazos paletilleros y hunde con su incultura taurina a plazas como la de Valencia que ya no es de primera si no de playa. Eso si que es vulgar y superficial.
Si hay un toro que aguanta un serio y ortodoxo tercio de varas y luego va a más hasta la extenuación en la muleta queriéndose comer la muleta y al torero si se equivoca entonces tal vez se deba indultar. Pero ese toro no lo quieren los toreros que solo piensan en su triunfo y sus intereses. Solo ese toro se indultaba hace pocas décadas. Lo de ahora es de risa casi siempre.
Pero el indulto debería premiar lo extraordinario, lo excepcional. Hay que definir los criterios para establecer cuando indultar o no y en base a qué. Si prostituimos tan suprema decisión perderá el toro realmente bravo y ganará el baboso sin picar persigue muletas . Y mataremos la emoción y la excelencia de la bravura auténtica. Si matamos la esencia de algo tan sagrado, pues barra libre a la profundidad y al colocado de la cara...y a la fiesta sin caballo ni castoreño.
Aunque todo es subjetivo...he ahí el único principio absoluto.
Olé, por tu artículo. Merece que lo lean más de uno.
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